La ciudad cuenta sus mitos como un gigante que habla dormido.
Se ven las huellas de lo que ha sido, la vida que habitaban en cada uno de sus espacios.
Los visitantes, abrumados por la inmensidad, la nostalgia de la ausencia, se convierten en figuras casi como espectros ante lo que está vivo pero en otra dimensión.

Algo me deja vibrando al hacer las fotografías; esa inmovilidad viviente, donde el pasado lejano se une con el presente en un solo tiempo.
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