Nuestra vida es un intercambio complejo y dinámico con el entorno: el entorno condiciona la vida y las experiencias humanas modifican el entorno.
Usamos, exploramos y transformamos el espacio. En esa acción del vivir, vamos dejando
marcas, construcciones, huellas a la vez que significamos el lugar que vivimos y
construimos nuestras experiencias.
Dos mujeres se detienen a mirar lo que fue hace miles de años pero sigue estando, vestidas con ropas de otra época señalan algo que desde nuestro tiempo de espectadores desconocemos. El eco de sus voces no puede atravesar el tiempo. Pero el espacio nos cuenta el devenir mientras atardece.
Por delante del muro de un cementerio, una mujer empuja el cochecito de un recién
nacido. El horizonte que la muralla define se vuelve representación de lo que es, fue y será.
Entonces, algo se revela en estas imágenes. Algo que conocemos y olvidamos: el mundo se abre como experiencia sensible, un espacio pleno de resonancias, del que formamos parte de manera provisoria. Entonces, sobreviene la pregunta: ¿cómo habitamos este mundo?
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